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“Los tacones y el perro de mi vecina, un sinvivir”

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Por Carlos Gómez-Pazos de la Fuente

Todos tenemos un asesino en serie dentro de nosotros. No tengo ninguna duda. Yo lo tengo, por supuesto. Ahí está, más o menos escondido, pero su presencia se hace notar, sobre todo en esos momentos en los que las circunstancias resultan, digamos, molestas.

Por poner un ejemplo cercano, una situación que resultará familiar. Pongámonos en situación: estás en casa, tranquilo, nada perturba tu pequeño paraíso, cuando de repente tu vecina de arriba decide que es el mejor momento para probarse esos tacones que tanto le gustan.Tacones que casualmente producen un ruido semejante al de disparos de francotirador y te provocan micro-infartos a cada paso que da. O imaginemos otro caso: el vecino de arriba (siempre es el de arriba, por supuesto) es el orgulloso dueño de un perro. Un perro pequeño, poca cosa, pero como buen perro pequeño que se precie tiene un mal genio terrible. Y cada diez minutos, a la mínima que oye/huele algo, ladra como si no hubiese mañana, dándole igual la hora que sea.

Una mujer con tacones. (HARPER'S BAZAAR)

Una mujer con tacones. (HARPER’S BAZAAR)

En ambas ocasiones nuestro pequeño terrorista interior se revuelve, quiere acabar con esa situación de la manera más fácil, imaginaos cuál será. Menos mal que tiene poco poder sobre nosotros.

Y ahora mismo me hallo en una situación combinada de las dos anteriores. Vecina taconeadora poseedora de una pequeña bestia ladradora que, para mayor inri, no deja de correr por toda la casa, rayando todo el parquet con las uñas y haciendo un sonido bastante molesto.

Es una suerte que sea una persona pacífica, amable y comprensiva con mis vecinos, porque si no fuese así, ya me imagino los comentarios de mis vecinos un día de estos: “Nos ha sorprendido mucho, no parecía un chico violento. Siempre saludaba”.


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